CRÓNICA: El día en que no se terminó la carrera de Nadal

Rafel Nadal es una leyenda en vida. La anterior afirmación puede parecer hiperbólica para una persona que no está envuelta en conversaciones sobre tenis. Pero este es un caso especial, porque contrario a lo que sería usual en otros campos (id est, la realidad no es tan espectacular como se le presenta) la historia del tenista español es bastante más que sólo extraordinaria.

Si Centre Court en Wimbledon es la catedral del tenis, la pista Philippe-Chatrier es la basílica del tenis sobre arcilla. Una de las cosas más interesantes de este deporte es que hay varias superficies sobre las que se puede jugar, cada una con sus particularidades. En el pasado se ha jugado sobre muchas más, pero las superficies aprobadas por la ATP/WTA son las siguientes tres: cancha dura, pasto y arcilla. De estas tres, la que más suele desarrollar jugadores especialistas específicos en su superficie es la arcilla. Por la naturaleza del polvo de ladrillo, el bote de la bola es lento y alto, lo que produce puntos más largos y enfrentamientos que suelen decidirse por resistencia física. No es extraño que el Abierto de Francia lleve el nombre del as de combate más importante de la primera guerra mundial. “La victoria le pertenece al más tenaz”.

Sólo hay un rey en tierra batida, y su nombre es Rafael Nadal. Con 14 títulos de Roland Garros a su nombre, el manacorí es el tenista más condecorado de la historia en un sólo torneo. Desde que ganó su primer título en 2005, se ha dicho que el Grand Slam francés es una competencia entre 127 tenistas para ver quién pierde contra Nadal en la final. La cuestión es la siguiente: durante sus 19 participaciones, Rafa sólo ha caído cuatro veces. Su récord en Roland Garros es de 112 victorias contra 4 derrotas. Para comparar, el Grand Slam más exitoso de Federer fue Wimbledon, con 8 títulos bajo su brazo. El ídem de Novak Djokovic ha sido el Abierto de Australia, que ha conquistado 10 veces, con un récord de 94 victorias y 9 derrotas en 19 participaciones.

Enfrentar a Rafa en la Philippe-Chatrier es enfrentar a un monstruo que no se detendrá ante nada para ponerse encima de ti. Vencer a Nadal en Roland Garros es, de hecho, la hazaña más difícil del tenis, pues sólo tres personas han logrado hacerlo.

Desde su victoria sobre Taylor Fritz en los cuartos de final de Wimbledon en 2022, Rafa no ha vuelto a ser el mismo. Atormentado por un par de achaques puntuales y varias lesiones crónicas, Nadal ganó su vigésimo segundo slam con el pie dormido para calmar el dolor. Tras ese torneo, volvió a jugar algunos eventos, pero no tardó en anunciar un retiro temporal del circuito. Más pronto que tarde, salió del Top 10 tras sostener su posición por 18 años. Así, colgó otro récord más: 912 semanas en el Top 10, desde el 24 de abril del 2005 hasta el 4 de marzo del 2023.

Pasó casi un año fuera de la pista, y se perdió prácticamente todos los eventos del tour en 2023.

Volvió en Brisbane, en enero de 2024, pero perdió en tercera ronda. Tras ese partido, Nadal volvió a sentir incomodidad por sus lesiones crónicas, y estuvo un par de meses más fuera del circuito. El retiro del Mallorquín se sentía como una realidad cada vez más cercana, pero Rafa no parecía querer ceder, ni siquiera ante sí mismo.

Luego, Nadal intentó volver en verdad, pero para entregar sus últimas cenizas de competencia. Regresó sin lesiones aparentes a su pista homónima en Barcelona, pensando en darlo todo una última vez en la gira de arcilla. No podía ser de otro modo. Su estilo siempre fue así, y su salida sería igual: peleando hasta sudar la última gota.

A pesar de que nunca puedes dejar de lado a un deportista de su talla, el margen de victoria para Rafa era muy angosto. A pesar de meterse entre los mejores 16 en Madrid, se despidió por última vez de la caja mágica tras una derrota ante Jiri Lehecka.

Durante sus últimos partidos, Nadal se ha visto desencanchado, errando golpes que suelen dársele con naturalidad. Pero esto es normal en cualquier tenista que ha dejado de competir mucho tiempo. De hecho, Rafa no jugó Barcelona, Madrid ni Roma pensando en ganar necesariamente, sino como torneos preparativos para su objetivo real: Roland Garros.

Así, el Abierto de Francia le dio un lugar entre los 128 jugadores. El nombre que habíamos acostumbrado ver hasta arriba o hasta abajo del draw principal ahora estaba en el centro, sin siembra, como uno más.

En una situación que nos muestra que Dios tiene un horrible sentido del humor, su primera ronda sería contra el sembrado #4: Alexander “Sascha” Zverev, que dos años antes estuvo a nada de vencerlo.

Alexander Zverev es parte de una generación frustrada. Tienen la carga insoportable de ser los que no pudieron cumplir con el cambio de guardia cuando les tocó. Ahora se les llama generación sándwich, porque no pudieron vencer a los tres grandes cuando eran jóvenes, pero hoy tampoco parecen ser capaces de poner en su lugar a las caras nuevas del circuito.

De toda esa generación, los cuatro que más despuntaron fueron Thiem, Medvedev, Tsitsipas y Zverev. De ellos, ya sólo quedan tres. Y de los que siguen activos, sólo Medvedev ha logrado conquistar la cima del deporte: un Grand Slam.

A sus 27 años, el alemán continúa en la cumbre del tenis, pero sin estar ni cerca de lo que Alcaraz ha logrado a sus 21, ni de lo que Sinner es capaz a sus 22.

En 2020, la ATP comenzó una investigación contra Zverev. Su exnovia, Olya Sharypova, había revelado que sufrió de abuso físico y psicológico por parte del tenista cuando estaban en una relación. El documento publicado por la corte de Berlín decía que Zverev había “ahorcado brevemente a su exnovia con ambas manos, causándole asfixia y dolor considerable”. La ATP dijo no haber encontrado evidencia clara para hacer nada contra Zverev.

Ahora, otra exnovia, Sophia Thomalla, acusó a Zverev de abuso doméstico ante la corte alemana. Mientras Roland Garros está en boca de todos, el teutón enfrentará un juicio por abuso doméstico que, de declararlo culpable, lo obligará a salir del torneo y presentarse en Berlín. Zverev también ha sufrido consecuencias por agresividad dentro de la cancha, como cuando atacó y amenazó a un juez de silla durante un partido de dobles en Acapulco.

El enfrentamiento entre Rafael Nadal y Alexander Zverev es histórico y significativo por muchas razones. Por un lado, está el héroe que no puede negarse a sí mismo la emoción y el hambre por competir. Por el otro, está el tenista frustrado que ha hecho poco con lo mucho que tuvo, y que enfrentará cargos criminales esta semana. Zverev enfrenta a un gladiador casi invencible, pero que ahora se presenta herido.

Como es común para él, Rafa calentó en el pasillo de entrada al estadio, haciendo sombras de derecha y revés. Alexander Zverev, un triunfo andante de la técnica eficiente por encima de todo, lo observó por detrás con una expresión casi reverencial. Su postura, sin embargo, fue firme y sobria.

El ruido de la audiencia cuando Rafael Nadal entró a la Philippe-Chatrier fue casi solemne. El anunciador ni siquiera tuvo que pronunciar la primera letra de su nombre para que el estadio entero se alzara para recibir al gran campeón arcillista. Entró como siempre, sin ínfulas de grandeza: cargando sus propias raquetas y sus bolsas, saludando al estadio entero. Parecía que París completa estaba ahí sólo para sostener la esperanza de ver ganar a Rafa una última vez. Sólo una cosa parecía ser cierta: de ganar este partido, el Mallorquín pasaría de ser una leyenda en vías de retiro a un favorito para llevarse la copa de los mosqueteros.

La entrada de Zverev, naturalmente, fue más cortesía del público que otra cosa. Que no se interprete la brevedad de mi narración por falta de atención al alemán: simplemente hizo una entrada muy gris. Sascha entró mirando el suelo, saludando con una timidez muy poco característica. En su mente estarían muchas cosas, y sólo una importaba: saber concentrarse en este momento de presión. La única certeza para él es que nadie quería verle colgarse los laureles ese día, por mucho que fuera el claro favorito en un match-up muy desafortunado.

Se acomodaron en sus estaciones, bebieron un poco de agua, y los encantadores rituales de Nadal se presentaron una vez más. Los viejos hábitos no mueren, y las botellas siempre deben orientarse hacia adelante. Damien Dumusois, el juez de silla, llamó a ambos jugadores para encontrarse en la red antes de empezar el partido. Se celebraron todas las formalidades: Nadal ganó el tiro de la moneda y decidió servir el primer juego. Tomaron la fotografía previa, y Rafa corrió a toda velocidad hacia la línea de fondo, listo para comenzar el encuentro. Zverev, en cambio, caminó hacia atrás con calma.

Ambos oponentes se sienten más cómodos jugando detrás de la línea de fondo. Sascha es bastante más agresivo, porque no tiene la paciencia ni la fortaleza mental para aguantar muchos puntos muy largos. Lo que sí tiene, sin embargo, es un primer servicio extraordinario y un revés que es capaz de desarmar a cualquiera. Zverev, con certeza, estaría pensando en atacar el lado izquierdo de Rafael: su derecha.

El primer punto del partido se dio con un primer saque de Rafa a la T, con mucho sidespin pero poca velocidad, propio del estilo de un zurdo que sabe cómo jugar en arcilla. Zverev respondió con un revés forzado que llegó plano al tercer cuarto de la cancha de Rafa. Se jugaron a abrir la pista, y ambos jugadores buscaron ángulos sin tomar demasiados riesgos, esperando el error contrario. Nadal cometió un error no forzado que le costaría ese primer punto del partido, desperdiciando en la red un intento muy desafortunado de drop shot.

El 0-15 que le siguió fue premonitorio del resto del primer set. Zverev tomó la iniciativa y buscó tirarle profundo a Rafa, descolocándolo y tomando provecho de su mal ritmo. Se llevó ese segundo punto con un winner de revés recto que no pintó las líneas pero sí levantó arcilla. Así se fue el primer juego del partido, en el cual Nadal no pudo llevarse ni un punto frente la agresión de Sascha. El ibérico se enfrentó al quiebre desde muy temprano.

En este punto del partido, Nadal estaba ido. Tuvo chispas de la grandeza que siempre demostró, pero se le notaba en otro lugar. Parecía tener las respuestas al ataque de su rival, pero marcazos y errores no forzados por montón le hacían ver desenchanchado, como si su cuerpo no reaccionara como siempre. Fue como si de pronto se enfentara a la realidad más incómoda de todas: su necedad juvenil ya no era suficiente para sobreponerse a la situación.

El set continuó, cada quien con su servicio. Zverev continuó tirándole profundo a Nadal, encontrando consistencia frente a un estilo históricamente difícil. Su revés fue implacable, como una punzada al ala izquierda del jugador al otro lado de la red. Se cansó de encontrarle ángulos a la derecha de Nadal, cuyo lenguaje corporal era distinto al de siempre. Reaccionaba a puntos perdidos con los hombros abajo, mirando al suelo y buscando encontrar respuestas en la tipografía de BNP Paribas. De pronto, en algunos momentos, Rafa parecía volver a ser Rafa, poniendo todo el topspin y tirando a las esquinas. Pero su legendario puño al aire tardaría un poco más en aparecer. No celebró mucho los winners de su primer set. Simplemente tomó aire, apretó el puño y volvió al fondo sin pisar las líneas blancas.

Nadal siempre usa su slice de revés como método de defensa, y Zverev se encargó de exponer ese punto débil tanto como quiso. Sentenció el primer parcial del encuentro tras quebrar por segunda vez al español.

El primer set terminó 6-3 a favor de Zverev.

En el tenis, es muy común que el marcador no sea necesariamente un reflejo del desempeño real de los jugadores. El primer set fue un esfuerzo de Zverev por asfixiar el calentamiento de Nadal. Ambos sabían que, de tomar confianza, el español representaría un riesgo monstruoso. Sascha fue implacable, y su contrario no pudo hacer mucho. Pero esta primera parte demostró una cosa: Zverev estaba venciendo a Nadal, aún presentando pelea. Rafa siempre será Rafa en la Phillipe-Chatrier, y estaba dando un partidazo.

La derecha de Nadal es de oro. Mucho se ha escrito sobre ella. Los que la conocen intentan evitarla, a pesar de entender que pelearle el revés a Nadal es una campaña cuesta arriba. El revés a dos manos del Mallorquín es muy versátil, pero lo que llama la atención es la velocidad y el ángulo con el que Nadal puede dispararlo, incluso en posiciones incómodas. Pocas cosas son más temibles que un revés cruzado de Rafa, especialmente si pica antes de la media cancha. Incluso cuando no está buscando un winner, su revés tiene las mismas propiedades que su derecha: pesado, rápido y con muchísimo topspin. El que recuerde la final de Roland Garros en 2012 contra Djokovic recordará también la clase de tiros que Nadal es capaz de soltar desde su lado derecho.

Sascha comenzó el segundo set con un ánimo menos propositivo. Comenzó a cederle la iniciativa a Nadal. Su porcentaje de primeros servicios comenzó a disminuir, y con ello bajó su moral. Rafa, en cambio, parecía empezar a crecer y a tomar su forma usual.

2-1 favor Zverev. 15-40, riesgo de primer quiebre para Nadal en este segundo set. El juego parecía perdido. Nadal sirvió a la T, forzando a Alexander a empujar la bola hacia adelante con su revés. En este punto, algo cambió. Es muy raro hablar de auras en un deporte tan técnico como este, pero parecía como si, en un instante, el español hubiera recapturado su brillo de hace casi 20 años. Tomó la iniciativa del punto jugando una estrategia típicamente Nadal: armar el punto con la derecha, apuntando a las esquinas y buscando una oportunidad para atacar. Sascha intentó detener esto con derechas que le llegaban por encima del pecho a Rafa. En el primer instante que tuvo un revés por debajo de la cintura, disparó una pelota que rompió la consistencia de Zverev. 30-40, sólo había salvado un break point. Aún faltaba mucho. Rafa tiró su primer ace en el partido, que picó en la línea central de servicio y voló directamente a la pared contraria. Ahí apareció la primera instancia del puño al aire, y Nadal tenía otra expresión corporal. Estaba concentrado, pero había ganado confianza. En el 40-40, Rafa volvió a tirar su servicio al centro y pareció ser demasiado para un Zverev que no alcanzó la bola. Había levantado el juego de servicio, ganando tres puntos seguidos. El estadio entero vitoreaba por Nadal, que gritó el primer ¡Vamos! efusivo de esa noche. Ventaja dentro, y Rafa cambió su saque. Tiró abierto, hacia el revés de Sascha, que respondió como pudo. Nadal se adelantó y tiró el derechazo que todos queríamos ver: un latigazo recto que Zverev no pudo alcanzar. Nadal corrió hacia adelante y saltó levantando el puño, mientras todo el complejo alimentaba este subidón a punta de gritos y vitoreos. Rafa se encendió, y le gritó “¡Vamos ya, hostia!” a la audiencia, con la frente en alto y el puño apretado.

Nadal continuó con esta energía, mientras Zverev parecía verse más intimidado con cada punto jugado. Las pisadas del legendario arcillista tomaban cada vez más fuerza, mientras que las del alemán se veían acompañadas solo por una mirada al suelo que intentaba entender la naturaleza indomable del tipo al otro lado de la red.

Nadal quebró el servicio de Sascha por primera vez, jugándole alto y definiendo con un drop shot extraordinario. “La victoria le pertenece al más tenaz”.

El español no tardó en confirmar su quiebre, disparando una derecha recta que provocó un error forzado de Zverev. 25 minutos de set fue lo que le tomó para levantar sus ánimos. 4-2. Lo que tocaba ahora era mantener su servicio.

Desafortunadamente para Rafa, Zverev entró con una convicción distinta al siguiente juego. Volvió a acelerar sus tiros, y encontró grietas en la defensa de Nadal, que casi siempre es indistinta de su ataque.

Desarmó a Nadal con estrategia durante su juego de servicio, y demostró que también era capaz de ganar los puntos largos. Zverev tuvo que adaptarse a la nueva agresión de Rafa, que respondió con aún más agresión. El alemán sabía que, por su edad, sería capaz de acelerar la raqueta mucho más y con mucha más consistencia. Así, se concentró en tirar bien profundo, sin angular demasiado para tener margen de error. Tras dejar parado a Rafa, Sascha volvió a la línea de fondo sin celebrar, mordiéndose las cadenas que lleva siempre en el cuello. No era momento de apresurarse para él. En un estadio lleno de fanáticos de Rafa, el más respetuoso del poder del español era su oponente.

Parecía magia que este partido, digno de semifinales o finales, estuviera sucediendo en primera ronda.

Durante el siguiente saque de Rafa, Zverev volvió a la presión que le vimos poner durante el primer set del partido. Nadal intentó contragolpear la fuerza de Sascha buscando las esquinas, pero la velocidad de los tiros de su oponente le estaban provocando a jugar defensivamente. Rafa ganó el mejor punto del partido con un 1-2, punch. Le sacó abierto, tiró un derechazo recto súper esquinado y se subió a la red para volear. Sascha tomó todo el impulso de su carrera para golpear un passing shot de revés que tenía toda la pinta de ser uno de esos winners que salen de la nada. Pero Rafa estaba atento, y bloqueó el disparo en su pique, ganando el punto con la sensibilidad de un experto en saque y red. El estadio parecía ser más grande por dentro que por fuera, y el ambiente chorreaba tensión. Por esta vez, Nadal había conservado su saque.

Rafa se ganó el derecho a servir por el set. Un quiebre arriba era suficiente para llevarse el segundo parcial, pero Zverev no pretendía dejarlo ir tan fácil. Había una sola certeza para Sascha: si Nadal consigue una sola victoria, se lleva el partido. 0-15, 0-30, 0-40, y el español volvió a estar contra las cuerdas. Un error no forzado de Rafa le devolvió al alemán de hielo el juego que antes había perdido. 

Caballo que alcanza, gana.

El segundo set se decidió en una muerte súbita que se jugó mucho en la red. Nadal cedió 7-5. No sería la primera vez que Nadal se levanta de estar dos sets abajo, pero sin duda las cosas estaban complicadas para la leyenda andante. Zverev era una estatua firme, y por fin comenzaba a ver terreno plano. Ya sólo le quedaba un set, y no estaba en sus planes alargar lo que para él ya era suyo. Frente a su victoria, alzó el puño y le hizo ojos a su equipo con sobriedad. Nadal miró al suelo y movió la cabeza de izquierda a derecha, decepcionado de sí mismo.

El tercer set comenzó con una vuelta de Nadal al protagonismo. Ganó su primer juego de servicio y le rompió a Zverev después. Era como ver a un chico de 16 años en el cuerpo de un hombre de 37. A pesar de tener todo en su contra, la voluntad de alguien como Nadal parecía ir mucho más allá que cualquier límite físico. Pero ese día, esa pared que parecía no existir comenzó a manifestarse. Sascha recuperó su servicio inmediatamente. No le iba a permitir ni siquiera confirmar su quiebre.

Zverev sentó a Rafa a punta de velocidad y consistencia. El 2-2 duró prácticamente 10 minutos, porque Nadal no quería entregar el partido. Más que por esa instancia individual, la decimoquinta o su Grand Slam 23, Rafa estaba luchando por demostrarse a sí mismo que podía seguir jugando. No contemplaba otra cosa más que probarse a sí mismo que, en su obsesión por seguir compitiendo, aún era capaz de dar pelea. Su desempeño durante el partido era el factor más importante para decidir si se retiraría o no.

Zverev le rompió dos veces, y cerró el partido frente a un Nadal que, por primera vez en la historia, había sido eliminado en primera ronda. Su último punto fue una derecha que voló larga, un error no forzado. Nunca antes había terminado así. Su resultado más bajo en el torneo había sido en cuarta ronda. De resto, sus otras dos derrotas fueron en semifinales. Rafa había sido vencido, y Zverev se acercó a la red con pena. Los aplausos no eran para Sascha, celebraban la carrera de Rafael Nadal.

A pesar de haber vencido, Zverev se veía callado.

En su entrevista final, dijo que no quería hablar demasiado. Le agradeció a Nadal por el encuentro, y dijo que este no era su momento de hablar. La expectativa sobre el anuncio del retiro de Rafa apesadumbraba el ambiente. Apenas Rafa dijo la primera palabra, en francés, el estadio se ahogó en aplausos, pero que se sentían como un nudo en la garganta.

“No sé decirles si esta será mi última vez compitiendo en Roland Garros. Pero si es la última, lo disfruté”. “Quiero volver para los Juegos Olímpicos”.

La historia de Nadal no se cerró en Roland Garros 2024.

Siguiente
Siguiente

RESEÑA: Animal Well y el triunfo del secreto